En la antigua Grecia, el don de la profecía estaba estrechamente relacionado con el dios Apolo, conocido como el dios de la profecía y la música. El oráculo más famoso de Grecia era el de Delfos, donde la sacerdotisa Pitia pronunciaba profecías en estado de trance. Se creía que Pythia estaba poseída por el dios Apolo, que hablaba a través de ella para transmitir mensajes a quienes buscaban orientación.
Una de las profecías más famosas del Oráculo de Delfos fue la que recibió el rey Creso de Lidia. Creso preguntó si debía ir a la guerra contra los persas, y el oráculo respondió que si lo hacía, destruiría un gran imperio. Alentado por esta profecía, Creso fue a la guerra, pero fue derrotado por los persas, lo que provocó la caída de su propio reino.
Los videntes y las profecías también fueron importantes en la mitología griega. Casandra, hija del rey Príamo de Troya, recibió el don de la profecía del dios Apolo, pero fue maldecida para que nadie creyera en sus profecías. Casandra profetizó la caída de Troya, pero sus advertencias fueron ignoradas, lo que llevó a la destrucción de la ciudad.
Profecía y videntes en la antigua Mesopotamia
En la antigua Mesopotamia, los videntes se conocían como «baru» y eran muy respetados por sus habilidades proféticas. Se les consultaba sobre asuntos de estado y personales, y a menudo se seguían sus consejos.
Uno de los videntes más famosos de Mesopotamia fue el rey babilonio Nabucodonosor II. Era conocido por su habilidad para interpretar los sueños y sus profecías eran ampliamente respetadas. Nabucodonosor predijo que su imperio caería en manos de los persas, y su profecía se cumplió cuando los persas conquistaron Babilonia en 539 a.C.
En la antigua Mesopotamia también se consultaba a los videntes sobre asuntos de guerra y paz. Antes de las batallas, se pedía consejo a los videntes y sus profecías a menudo determinaban el curso de la acción. Por ejemplo, en el reinado de Asurbanipal, un vidente llamado Adapa profetizó que el rey saldría victorioso en una batalla contra los elamitas. El rey siguió el consejo de Adapa y los asirios salieron victoriosos, consolidando su poder en la región. Afortunadamente, a día de hoy todo ha evolucionado bastante, llegando hasta los aclamados foros de amarres de amor.